Mi experiencia en FESTICINE GYE

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Me ha correspondido junto al crítico de cine Jorge Suárez y el director cinematográfico Fabrizio Prada examinar 6 largometrajes producidos en América Latina, competidores en la categoría ficción del 6to Festival Internacional de Cine de Guayaquil (FESTICINE GYE). A saber: El niño de los mandados (Colombia), Dos otoños en París (Venezuela), El desentierro (Argentina), La casa de los conejos (Argentina), Mañana tal vez (Argentina) y Panamá (Ecuador).

Una nueva experiencia como jurado en un festival de cine. Me inicié en DIVA Film Fest, en Valparaíso, 2013. Luego tuve gratas experiencias en el Festival Internacional de Cine de Diversidad Sexual y de Género de Goiás (DIGO), Morce-Go Vermelho – GOIAS HORROR FILM FESTIVAL y Goiania Film Festival (GO FF). Estas experiencias, sumadas a mi ejercicio como investigador académico de la Red INAV y mi labor como curador del CINEVERSATIL- Festival Internacional de Cortometrajes sobre Diversidad (Argentina) y el FESTIVERD- Festival Internacional de Cine y Video Verde de Venezuela, han condicionado mi criterio sobre la cinematografía, especialmente la producida en Latinoamerica. Resalto el carácter condicionado de la mirada porque cualquier lectura- evaluación está sujeta a conocimientos, informaciones, experiencias, razones y emociones.

Hemos coincidido, de manera unánime, en otorgar a El niño de los mandados el premio a Mejor Película del 6to. FESTICINE GYE, mientras que el resto de las 8 Iguanas Doradas nos mantuvo 2 horas discutiendo, argumentando y consensuando vía google meet. Miradas diversas emergieron con fuerza. El respeto fue la médula capaz de sostener la consigna recordada por Jhonny Obando, director del festival: elijan lo mejor.

He aquí el video de premiación:

Me detendré, unas líneas, para destacar aquello que considero valioso de cada película en competencia. No me refiero a los elementos del lenguaje cinematográfico sino aquello que, probablemente, sea capaz de convertirse en un refucilo ante la heterogeneidad de las audiencias. Es decir, aquello que embiste y enarbola elementos capaces de convocar, y no provocar. De este modo, Mañana tal vez, apuesta a la convivencia por encima de las diferencias de pensamientos. La protagonista, una activista por el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina, comparte momentos con su tío, aunque este no comulgue con la misma idea. Un buen ejemplo de respeto en una Argentina polarizada. La Argentina donde vivo. Esa Argentina que me mostró durante una de las emisiones de CINEVERSATIL y más, el programa radial que conduzco, la intolerancia entre los pañuelos verdes y los pañuelos celestes.

El desentierro es una enérgica bofetada a tantas máscaras que seguimos teniendo puestas en Latinoamérica. Pregonamos repensarnos desde el sur y descolonizar casi todo, pero seguimos atrapados en múltiples formas de colonialidad. Por ejemplo, son varios los académicos que vistiendo trajes de casas de moda europeas nos piden dejar de ser eurocéntricos. Por otro lado, hasta el rito de la Pachamama ha venido adquiriendo un carácter antropocéntrico. La madre tierra se humaniza y se coloca en una ontología dual: ser humano-tierra. Es mucho más que eso, es un complejo entramado de ontologías relacionales. El filme, pues, ironiza, magistralmente (y nos hace repensar) los binomios tradición- modernidad y consumismo-austeridad.

El niño de los mandados nos monta en el tren de una historia cotidiana en medio de una efervescente producción latinoamericana que rescata el carácter político del cine. En este filme, las vivencias personales y colectivas se constituyen en políticas. Es un buen recordatorio sobre la construcción de identidades rurales, andinas y latinoamericanas a partir del yo soy- yo hago- yo me reafirmo. Dimensiones que no son exclusividad de personas activistas o militantes. Si hay una militancia en este filme, es aquella centrada en la perseverancia, la generosidad y la gratitud. Valores que viví y aprendí en una familia de los andes venezolanos. Lo llevo en la genética. No es simple retórica. Asumo que el ambiente lo constituye, también, mi cuerpo y mi ser.  El niño de los mandados se inserta en ese tipo de ficción que busca la expresión inusitada de la realidad en lo maravilloso de la cotidianidad.

La casa de los conejos nos traslada a la Argentina de la dictadura de manera verosímil, específicamente entre 1975 y 1976. Entre tantas películas sobre la dictadura militar argentina este filme nos presenta atmósferas sensibles, angustiantes e ingenuas, a partir de la mirada de una niña de 7 años. Una mirada inteligente, aquella de la niña que se siente parte de, y que más allá de comprender o no la situación, es sensible, empática y solidaria. Este filme hace tangible el espíritu del libro La casa de los conejos de Laura Alcoba, desarrollado como guion cinematográfico por Valeria Selinger.

Dos otoños en París, la obra producida en mi país y premiada en varios festivales de cine es un recordatorio a seguir creando, produciendo y sumando, a pesar de la profunda crisis económica, social y política, la marcada polarización y la oleada de migrantes venezolanos que ya sumamos 4.769.498 según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Venezuela es el país con mayor emigración en América del Sur. En este contexto, hacer una ópera prima romántica y con ella visibilizar el nombre de Venezuela en los festivales es un acto loable.

Panamá, la película anfitriona, hace un recorte de un momento sobre un hecho ejecutado por la organización político-militar guerrillera Alfaro Vive ¡Carajo! (AVC). La dimensión humana de los personajes es el elemento de mayor kilate: dos conocidos (ex amigos) tienen largas y extenuantes conversaciones donde dejan entrever sus certezas y miedos. Quien milita en AVC no se siente infalible ni imbatible. El empleado del banco, aunque alardea de sus logros, también titubea de sus acciones. Son dos formas de mirar a una sociedad, dicotómicas, irreconciliables.

Esta muestra competitiva de películas, tan solo es un termómetro temporal de lo que se está produciendo en el cine latinoamericano. Las dictaduras, los grupos militantes y guerrilleros siguen siendo temas recurrentes: La casa de los conejos (2020), Panamá (2020), Dos otoños en París (2019), La noche de los 12 años (2018). Contrastando con otro grupo de películas que no buscan criticar ni apoyar a sistemas de gobiernos o grupos militantes determinados sino mostrar amores, vivencias y emprendimientos del día a día: Agosto (2019), Candelaria (2018), El niño de los mandados (2020) y El desentierro, (2019). También, aparece en América Latina largometrajes que buscan mostrar a la mujer empoderada: Aquarius (2016), Las Herederas (2018), Lina de Lima (2019). La mujer defensora de derechos emergentes se expone con fuerza en Mañana tal vez (2020). Si bien, transversalmente, casi todas las películas latinoamericanas reflejan las asimetrías de poder, explícitamente puede verse en: Roma (2018), Almacenados (2015), El kiosko (2019) y La familia (2018). Un último grupo de temáticas recurrentes y programadas en festivales de clase A, son aquellas inmersas en la diversidad sexual: El príncipe (2019), Monos (2019), Los fuertes (2019), Las mil y una (2020), La noche de las dos lunas (2019), Desde allá (2016) y Las Herederas (2018).

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